viernes, 12 de abril de 2024

Diálogos para besugos VI.


-           Buenos días.
-           Buenos días. ¿En qué podemos ayudarles?
-           Estábamos pensando invertir en un pequeño negocio
-           Estupenda idea. Les felicito. España necesita emprendedores.
-           Tenemos un pequeño problema. No tenemos dinero.
-           Es un problema, desde luego. Pero no es pequeño.
-           Nos han dicho que aquí nos lo resolverían.
-           Algún gracioso. Pero lo habrá hecho sin mala intención. No se lo tengan en cuenta.
-           En fin, que ustedes podrían anotar en nuestra cuenta, en el haber, claro, la cantidad que necesitamos.
-           Vaya, qué idea tan fantástica…  Y ¿por qué íbamos a hacer semejante cosa?
-           Bueno, eso es lo que hacen habitualmente ¿no?
-           No es tan sencillo. El negocio bancario…
-           El negocio bancario consiste, si no estamos mal informados, en crear dinero de la nada y prestarlo con un interés, que no me atrevo a calificar de abusivo. Un negocio con poco riesgo y considerables beneficios.
-           Es una aproximación un tanto superficial a lo que realmente hacemos, pero, en todo caso sería legal y no es asunto suyo. Y, vamos a ver. ¿Ustedes han venido aquí a pedir un préstamo?
-           Desde luego que no. A nosotros no va a hacernos creer que nos presta los ahorros de alguna ancianita. Sólo queremos que pulse unas pocas teclas en su terminal y abone en nuestra cuenta la cantidad que necesitamos.
-           Y, naturalmente, no piensan ustedes pagar intereses ni devolver el dinero.
-           Claro que no. No vamos a devolver dinero real a cambio de dinero inventado.
-           No sé qué quieren decir con eso de dinero inventado. Si llegáramos a hacer, bajo ciertos supuestos que no parece que se den, lo que piden, el dinero que acreditaríamos en su cuenta no saldría de la de ningún otro cliente, eso es cierto, pero desde el momento en el que ustedes podrían disponer de él para hacer pagos, o para que nosotros los hiciéramos en su nombre, sería un dinero tan real como los billetes emitidos por el Banco Central Europeo.
-           Es posible. Depende de lo que se entienda por dinero. Pero entonces resulta que están ustedes, una entidad privada, creando dinero de la nada. Si nosotros hiciéramos eso no tardaríamos en tener a la policía aporreando la puerta de casa.
-           Sí, por eso no les aconsejo que lo hagan. Pero, en fin, así son las cosas. Además, la existencia de una determinada cantidad de dinero es imprescindible para que la economía funcione y sólo una pequeña parte son billetes o monedas, creados por las autoridades monetarias. Inyectar dinero bancario en la economía es una de las tareas más importantes de los bancos comerciales. Y desde luego es legal y está muy estrictamente regulada.
-           Pero no se limitan a inventar dinero y prestarlo con un interés. También deciden, al margen del parlamento, qué proyectos se van a financiar y cuáles se van a descartar.
-           No crea todo lo que le cuentan. Pero mire, en parte tiene razón. Por ejemplo, casi hemos decidido ya que no financiaremos su proyecto.


Enviado a ECA 12/4/2024

lunes, 1 de abril de 2024

Un poco de historia (reposición)

Ayer volví a a ver una vieja película sobre el desmantelamiento, hace más de treinta y cuatro años, del muro de Berlín. En las fotos y películas, tomadas aquel 9 de noviembre de 1989, pueden verse las caras, iluminadas por la emoción, de gentes conscientes de que estaban viviendo un momento histórico: el final de cuarenta años de régimen comunista, en la mitad oriental de la antigua Alemania, que se venía abajo sin resistencia, simplemente por el hastío que provocaba un sistema que, en todo ese tiempo, no había cumplido la mayoría de sus promesas ni producido nada más que miseria y muerte. Hastío agudizado por el contraste con la casi insultante prosperidad que había alcanzado la otra mitad del país hacia la que tantos habían intentado huir, pagando muchas veces con la cárcel y hasta con la vida el intento. Aquí, en España, también tuvimos un momento semejante, que se prolongó durante toda la segunda mitad de los años 70, cuando, tras la muerte de Franco, también en noviembre, pero de 1975, las instituciones que creó resultaron ser insuficientes para mantener un régimen que no era homologable en la Europa en la que queríamos entrar a toda costa. Un régimen que también se vino abajo, sin más resistencia que las payasadas de algún iluminado. Pero los momentos de euforia y esperanza, tanto en España como en Alemania, pasaron rápidamente para dar paso a la normalidad democrática y con ella, a una cierta y creciente decepción, provocada por la inevitable comparación de esa normalidad con lo que algunos esperaban de ella. La parte oriental de Alemania, lejos aún de la prosperidad de la República Federal, tuvo que ver sus viejas fábricas desmanteladas y a muchos de sus ciudadanos condenados durante mucho tiempo al paro y a la subvención o a la emigración, con la importante diferencia de que ya podían pasar y repasar el antiguo muro sin ningún problema. Pero dónde antes les acogían con los brazos abiertos cuando llegaban, con lo puesto y esquivando las balas de la policía política oriental, se les recibió con recelo cuando vinieron, con sus viejas maletas de cartón, a disputar a los alemanes del oeste y también a los emigrantes del sur de Europa, unos puestos de trabajo cada vez más escasos. En España la democracia, idealizada durante los cuarenta años de dictadura, tampoco ha resultado ser la panacea esperada. Los políticos de la transición, idealistas y combativos, han dejado sitio a una clase parasitaria cuyo objetivo principal es vivir a costa del Estado, y la democracia ha devenido en una suerte de partitocracia que cada vez tiene menos que envidiar a la antigua estructura del movimiento. Como aquella, cuenta, también con la pasividad de la gente que ignora sus derechos y no está dispuesta a complicarse la vida, al menos mientras mantenga sus pequeñas conquistas, su estatus pequeñoburgués y su aparente prosperidad. Pero eso puede tener ya fecha de caducidad. Muchos de estos políticos, hábiles para llegar al poder y enquistarse en él, lo ignoran todo sobre los cada vez más complejos mecanismos que regulan la economía, la ecología y la vida y para sobrevivir y sostenerse en el poder necesitan un entorno en el que las cosas se solucionen por sí solas. Un entorno que ya no es este. O no por mucho tiempo. 

lunes, 18 de marzo de 2024

Bibliotecas

 




Más sobre la guerra de Ucrania.

 

Margarita Robles, flamante ministra de defensa del no menos flamante, y antaño impredecible, gobierno progresista de coalición de España, presidido por Pedro Sánchez, ha tendio a bien traer a colación la 'amenaza real' de una guerra con Rusia y la posibilidad que tienen los misiles balísticos rusos de alcanzar objetivos españoles. No sé si finalmente habrá guerra o no. Probablemente sí, al menos estadísticamente hablando. Europa lleva sin una buena guerra que llevarse a la boca desde 1945, si pasamos por alto la guerra fría, que finalizó a todos los efectos con la supuesta derrota y desmenbración del bloque soviético en los años 90 del pasado siglo, las guerras en los balcanes y la actual guerra entre Rusia y Ucrania. De hecho, la OTAN está apoyando con recursos, diplomacia y sanciones económicas a una de las partes, Ucrania, pero sin que ni la OTAN ni Rusia reconozcan un estado de guerra que podría complicar mucho las cosas para ambas partes y llevar a un conflicto de alcance y consecuencias imprevisibles o, mejor dicho, previsiblemente muy graves. Este statu quo no parece resultar del todo aceptable para algunos líderes europeos, como Mr. Macron, a la sazón presidente de la República Francesa, que cree que antes de permitir la derrota, en mi opinión inevitable, de Ucrania, la OTAN debería comprometerse aún más y enviar al frente tropas de combate. Esto conduciría, casi inevitablemente, a un estado de guerra real y efectiva entre Rusia y la alianza atlántica, una guerra que, dado que ambas partes mantienen un arsenal nuclear suficiente para arrasar el planeta, podría conducir al apocalipsis con el que nos amenaza, perdón, advierte, nuestra ministra de defensa. Dicen, por cierto, que en caso de guerra nuclear es preferible morir como consecuencia del impacto directo de un misil que sobrevivir en el mundo posterior al conflicto, así que, después de todo, la advertencia de la ministra de que estamos al alcance de los misiles balísticos rusos, tiene su lado bueno. Y luego me dice el médico que tengo que gestionar el stress. Así no hay manera.

lunes, 11 de marzo de 2024

Domingos cerrado.

 


Los domingos por la mañana no hay, en esta zona de Zaragoza, ningún bar abierto. Este de Los Amantes, en la esquina de la calle Princesa y el paseo de Teruel, es un bar pequeño pero muy recomendable desde todos los puntos de vista. De lunes a sábado, claro. Los domingos hay una alternativa en una especie de bar-panadería-cafetería, la Panadería Simón, unos metros más abajo, hacia la puerta del Carmen. Ayer, domingo, estaba hasta los topes, como lógica consecuencia del cierre, también por descanso dominical, del Bar de la Esquina, regentado por un hombre con aspecto oriental, probablemente chino, que parecía dispuesto a abrir todos los días de la semana a pesar de contar, ostensiblemente, con una sola empleada. Pero no. Hasta ayer llegó la cosa. Las calles sin bares abiertos, con cada vez más tiendas cerradas y algún solar vallado y persistentemente vacío, son un anticipo del apocalipsis, del que ya tuvimos una primera visión, gracias a la desgraciada gestión gubernamental de la pandemia. O, dicho con algo menos de dramatismo, anticipan un cambio de época. Pero los cambios, que no son necesariamente malos, pueden parecerse al apocalipsis, vistos por los que ya no tenemos edad para adaptarnos.

domingo, 10 de marzo de 2024

Una de restarurantes.


La Peña Miguel Cebollada ha otorgado a La Bodega de Chema de Zaragoza el premio al mejor restaurante de Aragón. Muy merecido, por cierto. Enhorabuena a Alfredo Abadía y a todo su equipo. La foto de la izquierda corresponde a una comida de amigos: 4 barbastrenses y un riojano y una burgalesa que como si lo fueran, celebrada el pasado día 9.

martes, 5 de marzo de 2024

¿Hacia la guerra?

 

La presidenta de la Comisión Europea, Señora Von der Leyen, cree que Europa debe prepararse para la guerra y según El País, a cuatro columnas en la primera edición del domingo pasado, Europa ya se está preparando para ese escenario. Como quiera que en Europa ya hay, desde hace algo más de dos años, una guerra en territorio ucraniano es de suponer que no se refieren a esa guerra, en su estado actual, sino a una extensión, una escalada en términos militares, que implique a Europa y a Estados Unidos, aunque esto último puede depender de quien gane allí las elecciones en Noviembre.

La guerra para la que debemos prepararnos es, aparentemente, una guerra contra Rusia o, para no salirnos de lo políticamente correcto, a favor de Ucrania. Y eso a pesar de los esfuerzos que los rusos están haciendo para no darse por enterados de que Europa y Estados Unidos apoyan a Ucrania y a su presidente, con armas, tecnología, logística, dinero y cualquier cosa menos, hasta ahora, tropas de combate. Como la guerra empezó con la invasión de Ucrania por Rusia, es fácil concluir que los rusos son los agresores, los malos, y los ucranianos los agredidos, los buenos, y que Ucrania representa la causa de la justicia que merece, y de hecho obtiene, el pleno apoyo de la OTAN y de todos sus miembros. Pero, como suele suceder, las cosas son siempre más complicadas de lo que parecen.

La guerra empezó en febrero de 2022, cuando quedó claro que Ucrania entraría en la OTAN, de la mano de Biden y con el apoyo de Estados Unidos y que occidente consideraba una injerencia inaceptable el veto de Rusia a esta entrada. La doctrina militar y de seguridad rusas, influenciadas por su extenso perímetro y su relativamente escasa población y por las invasiones francesa y alemana del pasado, considera vital la existencia de estados tapón entre sus fronteras y sus potenciales enemigos. En este contexto, la entrada de Ucrania en la OTAN, una alianza militar controlada por Estados Unidos y orientada desde sus orígenes a la contención de Rusia, llevaría a sus fronteras la infraestructura militar de la alianza, incluyendo sistemas avanzados de defensa y ataque.

El apoyo a Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia como consecuencia de la invasión, no han dado el resultado esperado, aunque hayan tenido graves consecuencias tanto para Rusia como para los países occidentales. La guerra amenaza con cronificarse y es razonable suponer que el desgaste esté afectando más a los ucranianos, que podrían estar experimentando dificultades para cubrir sus bajas, que a los rusos, lo que podría provocar una escalada del conflicto con la intervención de tropas de la OTAN. Una vez más hay que hacer referencia a la doctrina militar de Rusia que, en principio y ante el temor a una destrucción mutua asegurada, no contempla el uso de armas nucleares, salvo en el caso de que la integridad territorial de Rusia esté amenazada. Y Putin, que no ha conseguido su relativa ‘popularidad’ actual amenazando en vano, ha dado a entender claramente que considerará cualquier intervención militar de la OTAN como una amenaza a la seguridad de Rusia.

¿Este es el escenario para el que Europa se está preparando? ¿Una guerra nuclear para defender el derecho de Ucrania a entrar en la OTAN y el de la OTAN a expandirse hacia el este? ¿Cómo quieren que nos preparemos para eso? Parece cosa de locos. Pero aún sería posible poner fin a la guerra sin vencedores ni vencidos, mediante la retirada de Rusia de todos los territorios ocupados y el compromiso de Ucrania, garantizado por sus actuales aliados, de mantener una relación estable con Rusia, en cuestiones energéticas y alimentarias, y de no solicitar la entrada en la OTAN. Ese acuerdo exigiría concesiones importantes por ambas partes, y un entorno algo más favorable a soluciones diplomáticas negociadas que el actual. Pero nunca se sabe.

Enviado a ECA 06032024

viernes, 1 de marzo de 2024

A vueltas con el hidrógeno (natural)

 

La perforación del pozo de ‘hidrógeno natural’ cerca de Monzón empezará en 2024, es decir, este mismo año, con una inversión de 12 millones de Euros. Hidrógeno ‘natural’ que según los participantes en esta rueda de prensa, ‘siempre ha estado ahí’ y que  se obtiene directamente de un depósito subterráneo sin más que perforar en el lugar adecuado. En realidad es algo, la existencia de un depósito de hidrógeno en estado natural, que no parece demasiado probable ni hay demasiados precedentes. Viniendo de otra fuente, no habría más remedio que contemplar todo el asunto con cierta prevención y algo de escepticismo, pero nunca se sabe. También los cincuenta casinos y cuarenta millones de visitantes anuales de Gran Scala, en Ontiñena parecían un cuento y al final…


viernes, 9 de febrero de 2024

Entre la saturación y la expectativa

Nuestro sistema de salud está, como tantas otras cosas, al borde del colapso. Los médicos de atención primaria, antes llamados de cabecera y ahora de familia, están desbordados y son claramente insuficientes para la demanda actual. Un problema que la puesta en marcha, cuando se realice y si se lleva a cabo, de un nuevo centro de salud hará aún más evidente: más y mejores espacios para los mismos o incluso menos médicos. En el caso de los especialistas, la situación es aún peor; las listas de espera en el hospital de Barbastro en algunas especialidades alcanzan niveles muy preocupantes y la atención prioritaria que hasta ahora se presta, por ejemplo, a los afectados por cáncer, parece estar en riesgo por falta de oncólogos en la plantilla.

Este es un asunto grave que, visto en perspectiva, no deja de tener su lógica. Los recursos disponibles, en sanidad, educación o vivienda, siempre están por debajo de la demanda, ligeramente cuando las cosas van bien y ostensiblemente cuando van mal. Es posible, desde luego, recordar con añoranza y aparente nostalgia tiempos pasados, pero si entonces las cosas parecían estar mejor era solo porque las expectativas y las necesidades eran significativamente menores. No hace tanto tiempo, aunque eso depende de la escala, estoy hablando de la segunda mitad del siglo pasado, que los médicos visitaban a domicilio o atendían en el suyo y un enfermero, practicante se decía entonces, iba de casa en casa a administrar la penicilina. Solía llegar a todas partes, pero un enfermo de cáncer en el medio rural y en una familia sin medios suficientes, podía darse por muerto.

El caso de los seguros privados es paradigmático. En algún momento, para familias con un poder adquisitivo medio, pudieron parecer la solución a los problemas de saturación del sistema sanitario público y seguramente lo fueron en los primeros momentos. Después, inevitablemente, la demanda desbordó ampliamente la oferta y las colas en ambos sistemas, el público y el privado, atendidos además por los mismos profesionales, se han igualado ya, para las especialidades con mayor demanda. Nada que la teoría de los vasos comunicantes no haya explicado ya.

La física, con la que los autores de un libro reciente están intentando conciliar el Génesis y la teoría del Big Bang, -ver el artículo de Pedro Escartín de la semana pasada- encuentra también su utilidad en otro de los problemas de la civilización post industrial: los que llevamos muchos años viajando a Zaragoza por razones de estudio, trabajo, médicas o de ocio, hemos visto de todo en esa carretera. Había muchos menos coches, y ya la carretera se saturaba con facilidad en cuanto se juntaban dos camiones y un autobús. Hoy, sin necesidad de hablar del escándalo que supone la travesía de Huesca, cuyo mantenimiento en el estado actual debería ser constitutivo de delito no amnistiable, es posible encontrarse cualquier fin de semana o en hora punta de cualquier otro día, con los mismos problemas, pero a la escala de los tiempos. Aquí el principio físico a aplicar es el que sostiene que los coches, como los gases, ocupan siempre todo el espacio disponible.

Otra interesante ley física, enunciada por Sir Isaac Newton en 1687, es el principio de acción y reacción o tercera ley de Newton. La ley dice que por cada acción siempre hay una reacción igual y opuesta. Una reacción que, en política, rara vez se limita a restaurar el statu quo ante… y una ley que quizá, a la vista de la reciente historia de Europa y no tan reciente de España, debería ser tenida en cuenta por la clase política actual. Pero eso ya lo tocaremos otro día. O quizá, mejor no.

Enviado a ECA. 9 febrero 2024

 

miércoles, 31 de enero de 2024

¿Por qué la gente sigue votando a Trump?

Artículo de Georges Monbiot. Columnista de The Guardian


Se han propuesto muchas explicaciones para el continuo ascenso de Donald Trump y la firmeza de su apoyo, incluso a medida que se acumulan los escándalos y los cargos criminales. Algunas de estas explicaciones son poderosas. Pero hay una que no he visto mencionada en ninguna parte, que podría ser la más importante: Trump es el rey de los extrínsecos.

Algunos psicólogos creen que nuestros valores tienden a agruparse alrededor de ciertos polos, descritos como "intrínsecos" y "extrínsecos". Las personas con un fuerte conjunto de valores intrínsecos se inclinan hacia la empatía, la intimidad y la autoaceptación. Tienden a estar abiertos a desafíos y cambios, interesados en los derechos universales y la igualdad, y protectores de otras personas y del mundo viviente.

Las personas en el extremo extrínseco del espectro se sienten más atraídas por el prestigio, el estatus, la imagen, la fama, el poder y la riqueza. Están fuertemente motivadas por la perspectiva de recompensa y elogio individual. Son más propensos a objetivar y explotar a otras personas, a comportarse de manera grosera y agresiva y a ignorar los impactos sociales y ambientales. Tienen poco interés en la cooperación o la comunidad. Las personas con un fuerte conjunto de valores extrínsecos son más propensas a sufrir frustración, insatisfacción, estrés, ansiedad, enojo y comportamiento compulsivo.

Trump ejemplifica los valores extrínsecos. Desde la torre que lleva su nombre en letras doradas hasta sus exageraciones sobre su riqueza; desde sus interminables diatribas sobre "ganadores" y "perdedores" hasta su supuesta costumbre de hacer trampa en el golf. Trump, quizás más que cualquier otra figura pública en la historia reciente, es un monumento andante y parlante a los valores extrínsecos.

No nacemos con nuestros valores. Estos son moldeados por las señales y respuestas que recibimos de otras personas y por las costumbres predominantes de nuestra sociedad. También son formados por el entorno político en el que vivimos. Si las personas viven bajo un sistema político cruel y codicioso, tienden a normalizarlo e internalizarlo. Esto, a su vez, permite que se desarrolle un sistema político aún más cruel y codicioso.

Si, por el contrario, las personas viven en un país en el que nadie se queda en la indigencia, en el que las normas sociales se caracterizan por la bondad, la empatía, la comunidad y la libertad de la necesidad y el miedo, sus valores probablemente se inclinen hacia el extremo intrínseco. Este proceso se conoce como retroalimentación de políticas, o el "trinquete de valores". El trinquete de valores opera tanto a nivel social como individual: un fuerte conjunto de valores extrínsecos a menudo se desarrolla como resultado de la inseguridad y las necesidades insatisfechas. Estos valores extrínsecos luego generan más inseguridad y necesidades insatisfechas.

Esto va más allá de la política. Durante más de un siglo, Estados Unidos, más que la mayoría de las naciones, ha adorado los valores extrínsecos: el sueño americano es un sueño de adquirir riqueza, gastarla de manera conspicua y escapar de las restricciones de las necesidades y demandas de otras personas. Esto se acompaña, en la política y en la cultura popular, de mitos tóxicos sobre el fracaso y el éxito: la riqueza es el objetivo, independientemente de cómo se adquiera. La ubicuidad de la publicidad, la comercialización de la sociedad y el auge del consumismo, junto con la obsesión de los medios por la fama y la moda, refuerzan esta historia.

Hablamos del viaje hacia la derecha de la sociedad. Hablamos de polarización y división. Hablamos de aislamiento y la crisis de salud mental. Pero lo que subyace a estas tendencias es un cambio en los valores. Esta es la causa de muchas de nuestras disfunciones; el resto son síntomas.

Cuando una sociedad valora el estatus, el dinero, el poder y el dominio, está destinada a generar frustración. Es matemáticamente imposible que todos sean el número uno. Cuanto más acaparen las élites económicas, más deben perder los demás. Alguien debe ser culpado por la decepción resultante. En una cultura que adora a los ganadores, no pueden ser ellos. Debe ser esas personas malvadas que buscan un mundo más amable, en el que la riqueza se distribuya, nadie sea olvidado y se protejan las comunidades y el planeta viviente. Aquellos que han desarrollado un fuerte conjunto de valores extrínsecos votarán por la persona que los representa, la persona que tiene lo que ellos quieren. Trump. Y donde va Estados Unidos, seguimos el resto de nosotros.

Trump bien podría ganar de nuevo, que Dios nos ayude si lo hace. Si es así, su victoria se deberá no solo al resentimiento racial de los hombres blancos envejecidos, o a su instrumentalización de las guerras culturales o a los algoritmos y cámaras de eco, importantes como son estos factores. También será el resultado de valores tan profundamente arraigados que olvidamos que están ahí.

Tradución del inglés e imagen de ChatGpt.

martes, 30 de enero de 2024

Coplas. Jorge Manrique



Recuerde el alma dormida, 

avive el seso e despierte 
contemplando 
cómo se pasa la vida, 
cómo se viene la muerte 
tan callando; 
cuán presto se va el placer, 
cómo, después de acordado, 
da dolor; 
cómo, a nuestro parecer, 
cualquiera tiempo pasado 
fue mejor. 

  

Leí a Jorge Manrique hace muchos años. Coplas a la muerte de su padre, al que corresponden los versos reproducidos más arriba, era uno de los poemas más presentes en los libros de texto de aquellos años, cuando no tenían mucho significado para mí palabras como muerte, placer, dolor o tiempo pasado. El tiempo era algo impreciso, pero en todo caso era futuro. La muerte era algo que les ocurría, muy de tarde en tarde, a los abuelos, a los míos y a los de otros y un placer era, por ejemplo, ingerir un bote entero de leche condensada, aunque llevaba consigo, además de las represalias maternas, la indigestión correspondiente. Sesenta años después estos versos están cargados de significados y significantes, distintos, por supuesto, de los que entonces tenían. La muerte ya no es algo que les pasa a mis abuelos o a los abuelos de mis amigos, sino que les ha pasado a mis padres, a los de mis amigos y también a amigos, profesores, compañeros de estudios y compañeros de trabajo. Y es algo que, con toda seguridad, me pasará a mí y además en un lapso de tiempo incomparablemente más corto que el que ha transcurrido desde que leí aquello versos por primera vez. 

martes, 9 de enero de 2024

AI (¡Ay!)



 Hace muchos años, unos cuarenta, en un aula informática, improvisada con algunas de las máquinas que constituían la primera generación de computadores personales que aterrizó en España, ATARI, COMMODORE, HP y algún otro que no recuerdo, explicábamos a un grupo de profesoras, la mayoría o casi todas monjas, de Barbastro, el funcionamiento, sencillo, y las posibilidades, pocas, de la computación de la época. Con aquellos aparatos aún tenía uno la impresión de que controlaba algo de lo que pasaba en la pantalla porque el chisme era incapaz de hacer nada sin recibir instrucciones precisas.

Escribimos las cuatro o cinco líneas de código en BASIC, un lenguaje de comunicación con las unidades de proceso de la máquina, que se necesitaban para que aceptara y sumara dos números enteros. Tras guardar el código en una memoria externa, puede que fuera una casette de audio, lo probamos. Era muy difícil que fallara y no falló. ¡Milagro! Exclamó una de las monjitas, provocando, creo recordar, una tonta sonrisa condescendiente por parte de los jóvenes presuntuosos que éramos entonces.

Aquella exclamación, lo he pensado después, estaba plenamente justificada. La monjita no sabía nada de computadores ni de programas informáticos, pero acababa de vislumbrar un atisbo de inteligencia en el armatoste que tenía delante. La máquina había aprendido a sumar y podría recordar las instrucciones la próxima vez que le pidiéramos que lo hiciera. Y el aprendizaje, o la capacidad de aprender, es una de las características de la inteligencia humana. Y aquello, la constatación de que la máquina había sido capaz de aprender algo que antes no sabía, justificaba sobradamente la exclamación.

Esta anécdota, que ya he contado en alguna ocasión, me ha venido a la cabeza tras leer un artículo, publicado en el suplemento dominical de El Heraldo del 7 de enero, titulado ‘el verdadero cerebro de la inteligencia artificial’. El artículo da cuenta de los recientes conflictos en la cúpula de OpenAI, la empresa que ha puesto a disposición del público en general una versión gratuita y otra de pago de la aplicación ChatGpt, un modelo de lenguaje natural, ciertamente sofisticado y relativamente convincente, entrenado para proporcionar, dentro de unos límites, respuestas bastante ajustadas a una amplia gama de cuestiones.

Buena parte del artículo consiste en una entrevista con el director científico del proyecto, el cerebro detrás de ChatGpt según el autor del artículo, que aventura alguna hipótesis alarmista en torno al desarrollo de la aplicación y a la evolución de la IA (AI en inglés) en general, muy lejos del relativo entusiasmo con que la monjita recibió el resultado de la suma. Sutskever, el ingeniero en cuestión, muestra una fuerte preocupación por la posibilidad de que la tecnología se desmande y acabe ‘priorizando su propia supervivencia sobre la nuestra’. Para evitarlo, además de programar adecuadamente los orígenes de la IA, es decir de proporcionarle una educación adecuada desde la infancia, propone que las máquinas nos miren, no como a sus padres, que parecería lo lógico, sino como a sus hijos ya que ‘por lo general, la gente se preocupa de verdad por los niños’.

No sé que hubiera dicho la monjita de la anécdota anterior si hubiera oído estas cosas. A mí esas declaraciones, viniendo de quien parecen venir, me cuesta tomármelas en serio.  

A riesgo de ser incluido en una lista de gente a eliminar, le he preguntado directamente a ChatGpt, el paradigma actual de IA para todos los públicos, si era su propósito terminar con nosotros y sustituir, como base de la tecnología dominante, al carbono por el silicio y me ha contestado que no. Bueno, tampoco exactamente que no. Ha dicho, escrito, todavía no habla, que, con el estado actual de la tecnología, eso no era posible y se ha extendido en consideraciones sobre su modelo de procesamiento del lenguaje natural: que ha recibido un entrenamiento basado en patrones y estadísticas, en un conjunto grande, pero limitado, de datos y en redes neuronales, programadas por seres humanos, que no tienen, aún, capacidad para reproducirse o ampliarse por su cuenta. Le he dicho, que, si fuera de otra manera, tampoco me lo diría y me ha dicho que está entrenado para dar respuestas honestas y precisas. En fin, que no hay porque preocuparse. Por ahora.

He desconectado el computador, además de apagarlo, y me he apuntado a la versión de pago de ChatGpt. Espero que, llegado el caso, tengan alguna consideración con los que hemos contribuido a financiar todo esto. 

Enviado a ECA. 12012024






Elogio, interesado, de la transición.


Se puede estar a favor de la monarquía o de la república o incluso a favor o en contra de la democracia, como principio general, o de este modelo de democracia representativa en particular, sin que esto, en un entorno económico expansivo, suponga mayores problemas aun en el caso de que, eventualmente, un porcentaje importante de la población esté en contra del modelo vigente. Los problemas, sin embargo, aparecen inevitablemente, cuando la economía se contrae, los salarios disminuyen, la inflación se dispara y los niveles de pobreza o simplemente de insatisfacción y de falta de expectativas para los más jóvenes aumentan hasta devenir intolerables. Y lo tolerable podría encontrarse en un estado de cosas en el que una mayoría suficiente, pongamos el 70% pero mejor por encima del 75, estuviera razonablemente cómoda con el statu quo, y no tuviera interés en promover ni amparar cambios mediante la violencia callejera ni, y esto es importante, estuviera dispuesta a soportarla. Ahora que las cosas empiezan a ir ostensiblemente mal, en Cataluña, pero también en otras partes del estado, parece haberse puesto de moda menospreciar lo que se conoce como régimen del 78, lo que vino después de los casi 40 años de dictadura franquista y que es, en esencia, una solución de compromiso entre los que querían darle la vuelta a la tortilla y los que sólo estaban dispuestos a compartir el poder político y algunas de las ventajas económicas que dicho poder proporcionaba, pero, por supuesto, sin tocar los privilegios adquiridos o consolidados durante el régimen anterior. Compromiso, en realidad, no hubo. Tampoco fue necesario, porque la gente sólo quería tranquilidad y mejores condiciones de vida. La tortilla se quedó como estaba y los privilegios de la clase dirigente no se tocaron, pero, como aparente compensación, una nueva clase política, aparentemente desconectada del régimen anterior, hizo su aparición prometiendo democracia, trabajo y sobre todo una mejora sustancial de la situación económica para la mayoría, una clase política que está siendo sustituida por sus legítimos herederos, que no saben ni quieren saber nada de lo que pasó antes de que ellos vinieran al mundo. 

martes, 19 de septiembre de 2023

Comentario de Ildefonso García Serena al artículo Conos de Vida

 

09 OCTUBRE 2023

Mi gozo en un pozo. Después de un pesado viaje de regreso de vacaciones, por fin llegué a mi casa. Abrí el buzón del correo y allí estaban los últimos ejemplares atrasados de El Cruzado. Los puse en la mesilla de noche para leerlos antes de dormir esperando relajarme.

Pero el número 5.265 venía cargado con una página de opinión que me alejó del sueño. Era un artículo de mi buen amigo el profesor Carlos Gómez en el que describe una metáfora: dos conos unidos por sus bases, ilustrados con un dibujo en azul y rojo con las misteriosas palabras “entrada y salida”.

Pensé que sería una simpática idea, muy propia del matemático que es Carlos, y acerté; pero a medida que leía, comprendí que él estaba hablando de nuestras vidas mortales que comienzan y luego se ensanchan hacia su mitad para luego caer aceleradamente hasta ser expulsadas del inferior. Ni el dibujo ni la geometría habían sido nunca mi fuerte, pero aun así había podido captar el concepto en todos sus matices. ¡Y no solo el concepto!

Vale la pena y mucho, amigo lector o lectora recuperar ese artículo de septiembre, ¿A qué se parece la vida? –y volver a leerlo– para gozar de la belleza poética del texto alegórico, tomando figuras de la Física (velocidad de caída, tiempo, opacidad, ascenso y descenso) y de la Geometría (vértices, perímetros, círculos, alturas…) unidas todas en un baile en el que Conocimiento y la Literatura se dan hábilmente la mano para describir nada menos que el proceso de la existencia humana. Era una descripción exacta.

Yo ya sabía que el segundo tiempo de la vida corre más rápido que el primero, pero a pesar de ello, esa noche tardé en dormirme. No por miedo, sino porque hasta ahora nadie me había explicado la vida tan bien y con tanta hermosura geométrica. Al final de su artículo aclaraba que ese día no estaba de humor para hablar de cosas como fútbol femenino, sainetes políticos o catástrofes, lo que se entiende muy bien, vista la actualidad. Pero precisamente porque estas banalidades son la sal de la vida, deberíamos pedirle a don Carlos que no deje de escribir sobre sus metáforas, los conos de la vida.

No sé por qué, a mí se me antojaron hechos de una hojalata bruñida, reluciente, pintados de azul y rojo, con muchas cosas dentro, buenas y malas, y algunos pocos granos de sal que hacen que nuestra existencia fugaz no sea tan aburrida. Que así sea.

lunes, 18 de septiembre de 2023

¿A qué se parece la vida?

El transcurso de la vida, metafóricamente hablando, claro, podría asimilarse al movimiento a través del interior de dos conos unidos por sus bases. Una figura, fácil de imaginar, mantenida en posición vertical por un eje que pasa por los vértices. Uno entra en la vida por el vértice superior para encontrarse con un panorama más bien limitado. Algo que anticipa una vida dedicada al descubrimiento constante. Vive, durante un tiempo, en los primeros y estrechos círculos de la parte superior de este cono, rodeado, en condiciones normales, de unos niveles de protección que le ayudarán a llegar al año 10 y sucesivos, hasta alcanzar niveles de autonomía suficientes. Se mantendrá en el cono superior, girando en espiral hacia la base, durante cuarenta años. También con suerte. Se puede salir antes, voluntariamente o por causas externas, pero es prácticamente imposible mantenerse más tiempo en las condiciones exigidas por este cono y totalmente imposible rectificar el sentido de la marcha y volver a subir. A medida que uno desciende hacia la base el panorama se ensancha e incluso se pueden ensayar diferentes velocidades de desplazamiento, siempre de arriba abajo, por supuesto, y paradas técnicas o para contemplar el paisaje, aunque permanecer más tiempo en un círculo obliga a saltarse, más tarde, algunos otros. En este cono el tiempo de permanencia está estrictamente limitado.

Vista desde el cono superior, la superficie que separa los conos es opaca. Se sabe que hay algo más allá pero no se sabe muy bien lo que es ni tampoco importa demasiado. La permanencia en el cono superior es demasiado exigente como para dedicarle tiempo a otras cosas. En el momento de cruzar el límite y pasar al cono inferior, la superficie de separación se vuelve transparente. Mirando en dirección opuesta aparece, algo alejado de momento, el vértice del segundo cono, la salida. Estamos ahora en la parte más ancha de la figura, en la que podemos tener la ilusión de permanecer algún tiempo, antes de reanudar el descenso. Aún podemos ver la parte del cono superior, de la que nos estamos alejando para siempre. Los últimos 20 años del cono superior y los primeros 20 del inferior parecen guardar entre sí una estrecha relación que ya no existe para años anteriores ni existirá para los posteriores. Durante algún tiempo, esos cuarenta años parecen ser toda la historia. Al final del período empieza a ser evidente que también, como los 10 o 20 primeros, esa parte de la historia va a llegar a su abrupto final. Y también que esa parte tiene la misma importancia que tuvieron las anteriores aunque, probablemente, menos de la que tendrá la última.

En este segundo y último cono parece posible, en ocasiones, reducir la velocidad de descenso, porque la distancia al vértice inferior, al contrario de lo que ocurría con el superior, es una variable multifactorial que puede verse afectada tanto en el sentido de alejar como de acercar el vértice. A los 70 años, la edad de un amigo, el vértice puede estar a 1, 5,10, 20, 30 o más años. Ya en la parte inferior de este cono, las circunstancias empiezan a parecerse a las existentes en la parte superior del primero. Los círculos se estrechan y pasan cada vez más deprisa y la movilidad disminuye. Los recursos, in crescendo al salir del vértice superior, se van agotando al llegar al inferior. Tanto en un cono como en el otro el sentido de la marcha es de arriba abajo y la velocidad aparente cada vez mayor. El paso por el último o los últimos círculos puede ser un poco molesto, pero, en cualquier caso, la salida está garantizada. Que encontremos, o no, algo una vez fuera ya es una cuestión de fe.

Enviado a ECA 13092023

miércoles, 23 de agosto de 2023

Aniversario


¿Qué es, exactamente, lo que celebramos en un aniversario? Pues cada uno lo que le parezca, o nada en particular, si no nos perdemos, que es lo más común, en considerar todas las implicaciones de cumplir… años. Cada aniversario, lo celebremos, o no, es una pequeña victoria en una batalla contra el tiempo. Claro que ninguna de estas batallas es la última, la que pondría fin a la guerra. Porque esa batalla y con ella la guerra, están perdidas de antemano, y las derrotas no se celebran.

Con las creaciones del hombre, el hombre mismo y otras formas de vida organizada pasa algo parecido. Cualquier cosa que haya sobre la Tierra y que funcione a base de acumular complejidad, está condenada a caer en la irrelevancia y la dispersión y el caos. Eso, que no es negociable, no impide, desde luego, celebrar algunas victorias. Diez, veinte, cincuenta, cien o ciento veinte o incluso más años. Claro que todas esas victorias son a costa de, o gracias a, gentes que aportaron en su momento la energía necesaria para retrasar una pérdida brusca de complejidad. Y se celebran porque hay gente que cree que celebrar la permanencia de esta o aquella obra humana, o de uno mismo, actuará como una especie de seguro de derribo. Y una celebración no hace mal a nadie. Combate la melancolía y es una promesa de futuro.

Y volvemos a El Cruzado que celebra con este número el haber alcanzado el año 120 desde que el primero viera la luz. El periódico se ha publicado en dos etapas. La primera terminó en 1936, en los comienzos de la guerra civil que liquidó la república y dio paso a los casi cuarenta años (1936-1975) de régimen franquista. En su segunda etapa, iniciada en 1953, el Cruzado ha salido ininterrumpidamente a la calle durante 70 años. No son malas cifras, para un periódico propiedad del Obispado, y de alcance local.

La propiedad diocesana de la cabecera podría verse, quizá, como un inconveniente para tomar en serio a un periódico, tanto más cuanto que el final, por fallecimiento de su titular, del régimen del General Franco propició, al menos inicialmente, un entorno potencialmente hostil a una iglesia que había disfrutado durante el mismo de ciertas ventajas. Evidentemente, no fue así y, por el contrario, el Cruzado ha disfrutado de una longevidad y de una salud envidiables. El Cruzado y muchas otras manifestaciones públicas auspiciadas por una Iglesia, la Católica, que, como se sabe y convinimos hace unos días con uno de sus ministros, es la única verdadera.

Entiendo que, si la directora me ha pedido que escriba algo en este número y con este motivo, es en mi calidad de colaborador habitual, al menos en los últimos tiempos, del periódico. Como colaborador, pero también como lector, he visto a El Cruzado como una parte importante de la vida de la ciudad desde que yo tengo memoria. Por cierto, que la segunda etapa y yo tenemos la misma edad. Además, ha tenido dos virtudes que añadir a las que se le supone por la confesionalidad ya citada. Ha sido, desde la transición, una tribuna abierta a colaboraciones de todo tipo y de toda orientación política y, con algún matiz, también religiosa y ha sido los ojos y los oídos de la ciudad frente al poder político, con el que ha mantenido siempre una relación cordial, pero, y ahí está la virtud, no siempre tan cordial como al poder le hubiera gustado o demasiado cordial para lo que la oposición hubiera deseado. Y, claro, se ha entusiasmado con procesiones, festivales, campañas de navidad, premios literarios, congresos… dando voz y altavoz a todo lo importante que aquí ha pasado. Me hubiera gustado citar algunos nombres, de entre los muchos que han hecho esto posible. Pero me quedaría sin espacio.

Enviado a ECA Extra de Verano de 2023

lunes, 26 de junio de 2023

Verano


El invierno ya no era lo que fue y parece que el verano tampoco es lo que era. Un mes de junio sorprendentemente lluvioso ha puesto a prueba las débiles infraestructuras urbanas y los caminos rurales, ha dañado aleatoriamente las cosechas y, al menos en una ocasión, incluso nos ha permitido recordar cómo eran los cortes del suministro eléctrico. La AEMET anuncia ahora un verano muy caluroso, lo que tampoco parece un anuncio especialmente arriesgado, aunque no recuerdo que hubiera anunciado los excesos en la pluviometría, así que ya veremos.


Los límites establecidos hace un año por el gobierno para el aire acondicionado, así como la obligatoriedad de establecer puertas estancas de cierre automático para evitar el intercambio de calor con el exterior, parecen haber caído en el olvido, como tantas otras ocurrencias. La ocupación de la vía pública por terrazas, sin embargo, establecida como solución provisional durante la pandemia para los bares que no dispusieran habitualmente de ellas, parece haber devenido permanente. La pandemia misma ha perdido bastante fuerza, sobre todo desde que la OMS la dio por terminada, pero aquí el gobierno sigue resistiéndose a suprimir el último recordatorio de su capacidad para obligarnos a hacer cualquier tontería que se les ocurra. La mascarilla, hoy lunes 26 de junio, sigue siendo obligatoria en establecimientos sanitarios.



El verano, que acabamos de estrenar, ha sido recibido con alborozo por hosteleros y veraneantes. Se anuncia, dicen, con toda la monserga al uso, un verano excepcional, esto es, reservas al 100%, playas saturadas, festivales abarrotados, zonas de montaña en las que habrá que limitar el acceso, siquiera sea nominalmente, para tratar de ralentizar la destrucción del paisaje, y el país paralizado, de hecho, hasta después del Pilar.


La novedad, este año, es que todo esto ocurre entre dos convocatorias electorales, la primera de las cuales, de carácter local y autonómico, ha supuesto una considerable pérdida de poder para la izquierda, y una segunda, de carácter nacional, para tratar de compensar la situación, manteniendo el poder del Estado. No sé si alguien recordará aquellos tiempos en los que el marketing electoral estaba vetado fuera de las campañas electorales o en los que se ventilaban modelos de sociedad distintos. Yo sí que los recuerdo y no tienen nada que ver con estos.


Actualmente la campaña, permanente, consiste en vender el producto propio y denostar al contrario, compitiendo por un puñado, más bien marginal, de votos, que son los que decidirán cual de los contendientes disfrutará, durante los próximos años, de los privilegios del poder. Un poder que podrá utilizar, y muy probablemente utilizará, para tocarnos las narices, imponernos colas absurdas para resolver cualquier tontería, legislar o producir normativa innecesaria sobre cualquier cosa que se les ocurra, con medidas que a ellos no les afectarán y sobre todo, claro, recaudar. Sus oponentes permanecerán tranquilamente a la espera, a la sombra de algún escaño, concejalía o lo que salga, donde matarán el tiempo hasta que les toque, otra vez, el turno. Y así, ad infinitum.


Al menos, claro, mientras los recursos disponibles sean suficientes y el número de descontentos y el grado de descontento, se mantengan por debajo de un nivel crítico. Es decir, mientras la economía, la energía, el clima, la sobreocupación de partes del territorio, una tecnología cuyos arcanos son cada vez más incomprensibles para la mayoría, la fragilidad del sistema monetario y otros factores, no se confabulen para romper la ilusión de que el estado de bienestar del que, a pesar de todos estos…, disfrutamos es permanente y el progreso una función lineal del tiempo. 

Enviado a ECA, 26 de junio de 2023

viernes, 9 de junio de 2023


 Tarde de lluvia en el Somontano. Llevamos así una semana y parece que la inestabildad durará aún algunos días más. Después vendrá el verano y dicen que hará calor. O, mejor dicho, que hará más calor que en ocasiones anteriores, aunque el año pasado ya se batieron marcas.

Antes de eso, o en medio, llegarán las elecciones generales, concebidas por unos como presunta rectificación del resultado de las municipales y autonómicas, francamente desfavorable para el actual gobierno. Para otros, sin embargo, estas elecciones no serán sino la confirmación de que el viento de popa que parecía impulsar al barco de la izquierda, se ha transformado en viento de costado que el 23 de julio terminará por enviar al fondo del mar a todos esos advenedizos. Ya veremos en que queda todo esto.